Microcuento: El espejo
“La vida unas veces te enseña y otras... prefieres dejar de pensar para poder descansar...”
Así empezaban las primeras líneas de su diario, así se desprendía cada día al anochecer de todas y cada una de las vivencias, simplemente para seguir sintiéndose viva.
¿Quién era ella? Pues era una mujer cualquiera o mejor dicho era una chica cualquiera, de las que te puedes tropezar esperando el metro, el bus o en la cola del baño.
“Mi vida se basa en sentirme siempre desnuda”, escribía... “en sentirme juzgada, ridiculizada, transparente, imperceptible, invisible”
Su vida parecía envuelta de silencios incómodos, de palabras hirientes y de una cantidad de adjetivos descalificativos, que era mejor ausentarse de vivir el presente y olvidar.
Pero olvidar que vives y sientes era difícil
“Pasé delante de aquél espejo y me vi. Paré el ritmo, me miré fijamente y lloré, creo que me he encontrado”, relató.
El tiempo se paró, ella se recogió el pelo y se reconoció, “ya no soy la misma”, añadió, “mi pelo cambia de color, mi piel empieza a dibujar mapas de vida”
Se miró a los ojos y escribió “me perdono por todas las veces que he permitido que me hicieran daño, me perdono por no querer verme, me perdono por no quererme y me perdono por no querer seguir viviendo”
Ella sigue desnuda, pero su piel es su vestido, su cuerpo es su armadura, su pelo es su bandera y sus ojos, su gran futuro.
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